14. El pacto de la circuncisión servía para distinguir aquellos que aceptaban el pacto unilateral de Dios y aquellos que no. Queda claro que no era la señal en la carne en sí el motivo de la expulsión, sino el rechazo espiritual que suponía no hacerse la marca en la carne.
El hombre conforma una unidad indisoluble. Es un error pensar, como profesaba el gnosticismo, que el espíritu es puro, y el cuerpo pecaminoso. El hombre es pecador “de pies a cabeza”. Así que, el hombre que rechazaba cortarse el prepucio de su cuerpo sería también “cortado” del Pueblo de Dios. Dios salva o condena al hombre integralmente, no lo “secciona” quedándose sólo aquello que tiene mejor aspecto.
Rechazar el pacto de la gracia de Dios tiene consecuencias funestas. Porque el alejamiento de Dios provoca un abismo insalvable. No hay una parte del cuerpo que sea más pecadora que otra. Si una mano roba, no arreglamos nada cortando la mano. El pecado alcanza lo más profundo del alma. Sólo hay dos posibilidades para el hombre pecador: Entrar al Pueblo de Dios aceptando el pacto de la gracia, o ser excluido de él a causa de nuestro rechazo.
Pero, la gracia divina no sólo tiene poder salvífico, también tiene poder sanador y restaurador. Con lo que formar parte del Pueblo de Dios tenía consecuencias inmediatas que afectaban la manera de vivir en su conjunto. No podía seguir practicando obras abominables de consecuencias funestas no sólo para el que las practicaba, también para la comunidad entera. Porque rechazar la Gracia de Dios y querer ser parte de su pueblo es una profanación del nombre de Dios en toda regla.
El pacto era tan válido y aplicable para aquellos que eran linaje de Abraham como para los extranjeros que convivían con ellos. La Gracia de Dios nos une en un solo pueblo redimido por Él, nos restaura y evita que el pecado ejerza su señorío sobre nosotros.
Con aquella señal en la carne quedaba también establecido que la herencia de la redención divina no pasaba de padres a hijos, sino que cada generación debía renovarla. Por eso era necesario que los descendientes de Abraham también fuesen circuncidados como señal de aceptación del pacto.
Con la circuncisión también quedaba manifiesto que todos eran igualmente pecadores. No había nadie que no necesitara la expiación de sus pecados. La circuncisión debía extirpar cualquier brote de orgullo o de arrogancia entre el Pueblo de Dios. Así como abolir toda murmuración o crítica contra cualquiera que pecare, porque quedaba establecido que todos eran culpables sin excepción.
La circuncisión es una clara figura del sacrificio en la cruz. Nuestro Salvador fue herido por nuestras transgresiones, fue cortado de la tierra de los vivientes, cortado de entre su pueblo a causa de nuestra maldad.
El pacto de Dios con su Pueblo era tan fuerte, tan estrecho, tan íntimo e inquebrantable que en las Escrituras se le compara repetidas veces con un enlace matrimonial. Hoy, acostumbrados a los casos de infidelidad, no le damos tanta importancia. Pero en aquellos tiempos un caso de infidelidad tenía repercusiones muy serias. No es casualidad entonces que la señal fuera en el miembro viril. Porque la unión con Dios elevaba el grado de compromiso, amor y fidelidad del pacto al de un matrimonio.
La infidelidad del Pueblo de Dios tendría consecuencias nefastas. Empezando por el medio ambiente, o el entorno natural. La misma tierra sería profanada al traspasar las leyes, violar los estatutos, o quebrantar el pacto eterno de Dios. El odio entre los hombres, la promiscuidad sexual o simplemente sustituir el pacto de la gracia por otras formas de idolatría son síntomas de una infidelidad que afectará al mismo ecosistema en el que ha de vivir la descendencia de Abraham. Desastres naturales, sequías, hambrunas y otras calamidades serán sólo una parte de las terribles consecuencias de la infidelidad espiritual.
El pecado nos perjudica en muchos sentidos. Uno de ellos es el de nuestra relación con los demás. Nos afecta aislándonos los unos de los otros. Crea islas de temor, prejuicio, y suspicacia. Quebrantar el pacto supondrá volver a incubar el odio en cada corazón. Porque el pecado nunca te afecta solamente a ti. @carlesmile





