Génesis 9:8-17

El pacto de Dios y la señal del arco iris (8-17)

Dios se dispone ahora a ratificar el pacto que anunció a Noé en Génesis 6:18. Este pacto no es sólo con Noé, sino con la Creación entera. El termino empleado en hebreo da a entender que Dios está restableciendo el antiguo pacto que tuvo su origen en la creación y que luego fue quebrantado por el hombre. La diferencia es que, ahora viene con una peculiar señal: El Arco Iris. Que es, por así decirlo, el tratado de desarme unilateral de Dios. El arco es un arma de guerra que Dios desecha. El juicio del diluvio ha terminado para no repetirse jamás. Dios se compromete a no utilizar el arma del diluvio para destruir la Tierra y sus habitantes mientras esta exista.

En este restablecimiento del pacto de Dios con el hombre, este deberá volver a ejercer de representante de Dios sobre la Tierra como su mayordomo. Su imagen y semejanza con Él le otorga este especial rol, así como el de mantener una constante adoración al único Dios verdadero.

El pecado del hombre alteró holísticamente la naturaleza de esta labor, pero no le fue quitada del todo. El hombre mantiene sus responsabilidades incluso después de haber hecho “lamentar” a Dios su propia obra (Ge 6:6). Porque ahora, a todos es sabido hasta dónde puede llegar una naturaleza pecaminosa, ya endémica en el hombre. Por eso Dios acabó juzgando la humanidad, aunque salvando también del diluvio un remanente escogido. Después de su rescate en el arca, ahora Dios restablece sus propósitos mediante Noé y su familia (Ge 9:1). Ahora deben volver a multiplicarse y llenar la tierra, una tarea que sólo es posible por la gracia de Dios.

Dios afirmó su identidad como aquel que creó los Cielos y la Tierra, el único Dios verdadero y su salvador, a través de este pacto. En aquellos tiempos ancestrales, los pactos se usaban a menudo para representar la relación de un rey con sus súbditos. En el pacto, quedaba representada la naturaleza de la relación que debía reflejarse en la obediencia de los súbditos y en su forma de vivir como integrantes del reino. Así ocurrió también con Noé.

Los pilares del pacto de Dios con Noé y su familia fueron la gracia y la misericordia. Los llamó, los protegió y les prometió fidelidad. La muerte de Jesús cumplió el pacto de Dios con Noé. La puntiaguda lanza de aquel soldado romano que atravesó el costado de Jesús mientras colgaba de su ignominiosa cruz, certificó que la ira de Dios fue dirigida contra el único Hijo de Dios (Juan 19:34). En la culminación de aquel momento, la ira y la gracia de Dios se encontraron, mientras todas las promesas de Dios se cumplían en Jesús (2Co 1:20).

Normalmente, un pacto es un acuerdo entre dos partes que contiene estipulaciones para una de ellas o para ambas. En este caso, Dios asume el cumplimiento de las condiciones del contrato, en lugar de imponerlas a Noé. Cada vez que… aparezca el Arco… lo veré y me acordaré del pacto (9:14-15). Para los oídos modernos, la noción de Dios «recordando» algo puede sonar un tanto extraño. ¿Cómo puede un Dios omnisciente olvidar algo? Más bien, el texto señala que Dios va a recordar consistentemente las promesas del pacto, incluso en medio de la rebeldía endémica de su pueblo. Dios cumple sus promesas incondicionalmente, a pesar de nuestro propio pecado. Mediante el Arco Iris, Dios crea una señal tangible de su promesa y su pacto. Contemplar el Arco, pues, debe producir en nosotros una catarsis de esperanza al comprobar que Dios no ha olvidado sus promesas.

Más adelante vendrán otros pactos con sus propias certificaciones visuales. La circuncisión fue la señal del pacto de Dios con Abraham (17:11), el sábado sería la señal del pacto que Dios estableció con Israel en el Sinaí (Ex 31:16-17), y la Cena del Señor para el nuevo pacto sellado con la sangre de Cristo (Lucas 22;20).

Hasta hoy, la señal del Arco Iris sigue teniendo vigencia. Generación tras generación y en todo lugar, esta peculiar firma celestial, anuncia la abolición de los diluvios universales. Y, si somos capaces de leer “entre líneas”, veremos que las nubes que sostienen el puente de luz y color también anuncian el plan de Dios para salvar a la humanidad de la muerte y el pecado. El Arco Iris es el texto legal que anuncia el compromiso de Dios con la Tierra. Seguirá habiendo tormentas, pero después de ellas habrá siempre un Arco Iris.

Esas mismas nubes que sostienen el Arco Iris traerán un día aquel que tiene poder para salvar y juzgar la humanidad, pero esta vez para siempre. La palabra para referirse a “nube” (ʿānān) se suele utilizar en las Escrituras para referirse a las nubes de lluvia, pero también al humo del incienso (Lev 16:13), pero donde más se utiliza es para referirse a la columna de humo que guio al pueblo de Dios a través del desierto (Éxodo 33:9–10Nehemías 9:1219), o la nube que más adelante descendió sobre el templo  (2 Crónicas 5:13–14) cuando este fue dedicado. Algunos de los profetas usan también esta palabra como uno de los principales elementos que describen el día del Señor (Ezequías 30:3Joel 2:2Sofonías 1:15).

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