Dios bendice Noé y le concede provisión para subsistir (1-3).
Cuántas veces buscamos nuestro propio beneficio ignorando a Dios que es el único dador de todo bien cuya bendición es todo lo que necesitamos. Si le amamos, le adoramos, y le somos agradecidos, él nos bendecirá porque está deseando hacerlo. Esta es la tercera vez que Dios bendice la humanidad. La primera fue cuando el Señor nos dio autoridad en Adán sobre todos los animales, y la segunda fue cuando Dios instituyó la humanidad y la familia a través del hombre y la mujer.
Así que Dios concede una segunda oportunidad a la humanidad con un llamado a la fecundidad como ocurrió al principio. Dios proveerá la bendición de los hijos y nos recuerda que lo mejor que podemos hacer en esta vida no es tanto disfrutarla como dejar nuestra imprenta ella.
La bendición de Dios conlleva su sonrisa, su complacencia y agrado, tal y como ocurrió en anteriores bendiciones con Adán y Eva, u ocurrirá más adelante con Abraham (Génesis 1:22, 28; 2:3; 12:2, 3). Porque en cierto modo, Noé es un segundo Adán, nos hallamos ante un nuevo comienzo.
Por fe, Noé y su familia fueron preservados. El Señor tuvo especial cuidado de ellos, porque de esta familia pendía todo el plan de salvación del hombre. Toda la descendencia de Noé era importante para Dios, pero en especial el linaje de Sem. Porque de este linaje nacería Abraham, el hombre escogido de Dios para ser padre de la nación de Israel. Nación de la cual vendría el Redentor, aquel que pisará la cabeza de la serpiente, tal y como le fue prometido a Eva en Génesis 3:15.
Dios también restituye el dominio sobre la fauna al hombre, no lo perdió después del diluvio, sin embargo, en esta nueva etapa de la humanidad todo será muy distinto. Habrá una rivalidad, y un recelo latente entre el ser humano y el resto de las criaturas que antes no había. Los animales, como conscientes de nuestra potencial maldad huirán de nosotros.
Antes teníamos una relación cordial y harmoniosa con el reino animal. Se sujetaban a nuestra voluntad con agrado, pero ahora que es notoria nuestra oposición a Dios, Creador de todas las cosas, rápidamente nos veremos impelidos a explotar y subyugar los animales con brazo de hierro sólo para satisfacer una codicia sin fin.
El texto da a entender que antes del diluvio los hombres eran vegetarianos. Sin embargo, ahora se nos da autoridad para matar animales para nuestro sustento. Más adelante Dios establecerá en la ley límites al consumo de carne, prohibiendo la ingesta de sangre porque en ella está la vida. La idea es que la vida merece siempre respeto, y aunque podemos ser carnívoros, toda vida pertenece, y siempre pertenecerá, a Dios.
Pero, esta nueva licencia apunta también a un trato exquisito por parte de Dios. Hoy estamos habituados a comer carne asiduamente. Pero antaño, la carne era un lujo que no todo el mundo se podía permitir. En la misma Escritura, comer carne se asocia siempre con actos de culto y celebración. El Señor invita, pues, a Noé y su familia a celebrar esta nueva humanidad.
Dios da un valor especial a la vida del ser humano (Ge 1, 26-27; Sal 8, 4-6). La vida humana es sagrada porque solo el hombre y la mujer fueron creados a imagen de Dios, por este motivo Dios protege especialmente los seres humanos. Lo veremos también más adelante cuando Dios manda a su pueblo a proteger y defender la vida del inocente (Ezequiel 16, 20-21,36,38), del pobre, del extranjero y de la viuda. Bajo la Ley Mosaica, el asesinato de otra persona merecía pena de muerte debido al valor intrínseco de la vida del fallecido (Ge 9:6; Ex 20:13).
Este es un pasaje donde, una vez más, vemos el derroche de amor y cuidado que el único Dios verdadero, justo y misericordioso, creador de los Cielos y la Tierra derrama sobre todos nosotros. Porque si bien en Adán estábamos todos, ahora en Noé, también.