con los hombres.
2. El pacto que Dios hace con Abraham es unilateral. Por lo tanto, es Dios quien hace un pacto eterno del cual todos nosotros, los que creemos en el Señor Jesucristo, hemos sido hechos partícipes. Es un pacto personal, porque Dios ha creado al hombre a su imagen i semejanza, por lo tanto, puede tener una relación con él.
No hay mayor milagro que el de la vida. La capacidad de tener descendencia, perdurar a través de las edades mediante la prole. En los tiempos y en la cultura de Abraham los hijos tenían un valor social mucho más relevante del que tienen hoy en día en occidente. En la sociedad del patriarca los hijos eran un preciado activo por el cual una familia se aseguraban la subsistencia, adquiría prestigio social, y prosperidad económica, así como, la continuidad de la estirpe a través de los tiempos.
Pero la promesa de Dios iba mucho más allá. El plan y el propósito de Dios tenían un alcance universal. Abram llegará a ser “padre de naciones”. El pacto no solo es con él, sino también con todos aquellos que vendrán detrás de Él. En este pacto constatamos cómo la Palabra de Dios perdura a través de las generaciones.
Otra señal identitaria del pueblo de Dios será la tierra en que habite: Canaán. La bendición que recibirá en esa tierra será abundante, pero no será sólo para ellos, porque Dios les ha encomendado ser instrumento de su generosidad a otras naciones.
Dios siempre se refiere a este pacto como suyo. De hecho, es Dios quien toma la iniciativa (15:18), lo confirma en este versículo, y lo establece el verso 7. Este “te multiplicaré en gran manera” evoca Génesis 1:28 cuando Dios habla con Adán, o 9:7 cuando lo hace con Noé, sugiriendo así que el propósito original de Dios para la humanidad, tan afectado por el pecado, llegará a conseguirse finalmente a través de Abram y su descendencia.
Nos encontramos ante la veinteava profecía del libro de Génesis. El milagro que Dios está a punto de realizar consistirá en hacer nacer un hijo de dos cuerpos “muertos” (o incapaces de procrear), y de este milagro dar una descendencia tan grande como las estrellas del universo.
En medio del caos humano, Dios no sólo juzga con rectitud, también abre una brecha por dónde incurrir llevando por bandera la esperanza, la misericordia y del perdón.
El pacto de Abram es el pacto de la Cruz que, como el nacimiento de Isaac, ocurrirá a su debido tiempo. Aquellos que verdaderamente compartimos la fe del patriarca somos aquellos que creemos en Cristo Jesús y su obra redentora.
El pacto de Dios constaba de dos partes. Primero tenemos una declaración del amor incondicional de Dios; al cual iba anexa la promesa de una vida feliz. Y luego tenemos una exhortación a esforzarse sinceramente en el cultivo de la rectitud. Esa debía ser la respuesta de Abraham a la generosa obra de la gracia divina.
A medida que Dios va ampliando la declaración de su Gracia, trata de desarrollar en Abraham una voluntad y un empeño que transforme su mentalidad y su vida tanto para reverenciarle como Dios como para vivir delante de Él con rectitud.
El texto original dice “te daré” mi pacto, el pacto anunciado el en capítulo 15 y que ahora da a conocer con más detalles. La palabra “pacto” aparece 13 veces en este capítulo, más que en ningún otro de la Escritura.
En el capítulo 15 Dios formaliza el pacto pasando entre el sacrificio de animales. Promete multiplicar la descendencia de Abram y darles la tierra. El pacto conlleva un mandamiento: No tengas miedo, lo cual provoca una reacción en Abram: Creer.
Pero, ante todo, Dios muestra a Abraham su inmensa bondad. No exige a Abram una integridad simplemente por su autoridad, que la tiene. Más bien espera una respuesta a su gracia que confirme su fe.
La relación de pacto entre Dios y Abraham incluye tanto promesas por parte de Dios como preceptos que Abram y Sara deberán cumplir. Este patrón de obligaciones mutuas no es una relación a partes iguales, como en un contrato humano, porque es Dios quien soberanamente confiere el pacto concediendo la gracia de la fe y la obediencia al hombre. Dios, por su bondad, provee del remedio necesario para subsanar la desobediencia humana. Porque la historia del pacto en el Antiguo Testamento es, en buena medida, un compendio de incumplimientos a los requerimientos de ese pacto. Sin embargo, a pesar de la deslealtad de los seres humanos, el Dios del pacto de la Gracia continúa fiel a sus promesas mientras pone su mirada en la cruz.
Por lo cual también nació de uno (y éste casi muerto con respecto a esto) una descendencia COMO LAS ESTRELLAS DEL CIELO EN NUMERO, E INNUMERABLE COMO LA ARENA QUE ESTA A LA ORILLA DEL MAR. Hebreos 11:12
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