Job 1:6-8

La malicia de Satanás contra Job, y el permiso que obtuvo para ponerlo a prueba (Parte I)

Una de las grandes aportaciones del libro de Job, es toda la información que desvela sobre las altas esferas celestiales. Aunque sea por unos pocos minutos, se abre la puerta del “Consejo de Administración” de Dios. Lo primero que llama la atención es ver los “altos mandos” del ejército de Dios presentándose delante del Altísimo para rendirle cuentas. Es importante entender que durante todo el libro de Job ni Job ni sus amigos tuvieron conocimiento de este encuentro.

Más sorprendente aun, es encontrarnos con la presencia de Satán (o el Adversario) entre los llamados “Hijos de Dios”. El último y mayor enemigo de Dios, aquel cuyo nombre es “difamador”, y que no se cansa de acusar a los justos de día y de noche. Sorprende que tenga acceso a este Consejo de altas instancias siendo quien es. Es obvio que Dios se lo permite, y también que Satanás aún conserva cierto Estatus Quo en los altos estamentos celestiales.

En cualquier caso, el texto deja claro que el Señor (Jehová) está muy por encima de todos los convocados, y que todos le deben sumo respeto, incluido su Adversario (“Dios es muy temido en la congregación de los santos, e imponente sobre todos los que están a su alrededor. Salmos 89:7). A lo largo del singular encuentro, El único que formula preguntas es el Señor. Los demás todos callan, y sólo hablan cuando el Señor lo permite. Todo el formato es el de una especie de juicio en el que Satanás es el acusador.

Dios es luz, y por ello, nada puede quedar oculto delante de su presencia. Las cuestiones que plantea el Señor siempre tienen este propósito: Traer a la luz aquello que permanece en la oscuridad ¿De dónde vienes y qué has estado haciendo? Ahora le toca responder a su adversario.

A diferencia de Dios, Satanás no es omnipresente, por lo que debe ingeniárselas para extender su dominio por toda la Tierra. Se ve obligado a tejer complejas redes para ejercer su poder, y nadie duda de que su influencia se extiende por todo el globo. El Señor Jesús a veces se refiere a él como el «Príncipe de este mundo». El apóstol Pedro ilustra su modus operandi en la Tierra como el de un león hambriento y rugiente que busca a quien devorar.

No hay duda de que detrás de la respuesta de Satanás hay toda una exhibición de logros. Trofeos de miseria y maldad llevados a cabo por hombres rendidos a sus pies.

Acto seguido. El Señor saca a la luz algo que Satanás ha pasado por alto intencionadamente. En la Tierra existe una resistencia que no ha mencionado. Notemos que es Dios quien saca a la luz el nombre de Job, nuestro protagonista, no Satanás. Ese inesperado movimiento del Señor deja en jaque a Satanás.

La luz siempre vence las tinieblas, por pequeña que esta sea.  Sólo un hombre como Job bastará para estropear los planes del diablo. Lo notable de los calificativos de Job es quien los menciona. Los hombres tenemos siempre una visión limitada y sesgada de la realidad. Pero, Dios no es así. Dios sólo puede decir la verdad en mayúsculas. Lo que probablemente molestó al Adversario fue el conocimiento de que era el Señor quien destacaba los atributos de Job.

Job, efectivamente, era un hombre intachable, término que también podemos traducir por “íntegro”. Job no era perfecto, humanamente hablando, tenía también sus lados oscuros, como todo ser humano, pero no había contradicción entre aquello que creía, y aquello que vivía. Sus obras predecían sus palabras. Porque su confianza, estaba puesta en Dios solamente.

Sin el conocimiento de la Palabra de Dios, difícilmente llegaremos a encontrar el camino de la verdad. La rectitud de Job corresponde a la de aquel hombre que busca primero el Reino de Dios, a sabiendas de que todas las demás cosas le serán añadidas.

Job era un hombre que temía a Dios. Principio de toda sabiduría. Porque un hombre no puede alcanzar sabiduría, por muchas letras que almacene su cabeza, si no empieza temiendo a Dios de corazón. No hay mejor remedio para el pecado que tomarse muy en serio el nombre de Dios.

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