13-91 Al recibir la órden Noé abandona el arca.
Si queremos ver bien cómo son las cosas horizontalmente lo mejor que podemos hacer es, paradójicamente, dirigir la mirada hacia el Cielo. Para ello, Noé tuvo que, literalmente, remover una parte de la cubierta del barco. Tuvo que dar ese paso de fe en el que siempre hay que perder algo para ganar algo mejor. Por fin, llegó el momento de contemplar la promesa de Dios. Sus ojos, finalmente, verían cómo iba tomando forma la nueva Creación de Dios.
Cuántas veces impedimos el avance del Reino de los Cielos sólo porque no nos decidimos a romper aquello que, aun estando a oscuras, nos da seguridad. La oración, sin duda, tiene un papel crucial para dar el paso de salir a la luz. Porque, por ella, Dios no sólo nos provee, también vamos siendo transformados, y nuestros ojos son abiertos para ver la portentosa obra de Dios, aquella que anuncia su Palabra.
El texto recoge la edad de Noé, poniendo así fecha a este nuevo comienzo. La fórmula: “El día primero del mes primero” sugiere un nuevo comienzo. El día 27 del mes segundo (para los hebreos el mes empezaba con la luna nueva), después de más de un año solar metidos en el arca, la tierra ya estaba lo suficientemente seca como para habitarla. Llegó el momento en que la voz de Dios ordena a pasajeros y tripulación el abandono del Arca. La Salvación provista fue una salvación completa. El Señor selló la puerta de la nave, y el Señor la volvió a abrir. No hizo falta que Noé añadiese o quitase nada al plan de Dios.
Ahora, todo apunta a un nuevo comienzo. Las aguas se recogen como al principio. Todos los animales, cada uno y según su especie, deberán salir del arca y repoblar la Tierra. Todos son criaturas de Dios, ninguno es desechado, y todos se reproducirán como al comienzo siguiendo el mandato divino. Hay un claro contraste entre la situación previa al Diluvio en que la violencia y la muerte campaban a sus anchas por la Tierra, y este momento en que la vida vuelve a brotar por todas partes. Ahora, el barco ya es historia, porque algo totalmente nuevo está a punto de empezar.
En este nuevo episodio de la historia, Noé y los animales se enfrentarán a un mundo nuevo donde la longevidad va a verse drásticamente reducida; además, ahora la tierra va a estar sujeta a tormentas, sequías, inundaciones y, en definitiva, climas más severos, con calor abrasador, frío gélido, movimientos sísmicos y otros desastres naturales.
Existe cierto paralelismo entre la imagen de Dios llamando a Noé a salir del arca (8:15-20) y el llamado a Abraham a salir de Ur de los Caldeos (12:1-7). Tanto Noé como Abraham representan nuevos comienzos. Ambos recibieron la promesa de bendición de Dios y el don de su pacto.
Puesto que el diluvio es figura del bautismo cristiano (1 Pedro 3:20 – 21), la salida de Noé y de su familia del arca puede considerarse, metafóricamente hablando, como el salir de las aguas de la muerte y el entrar a una vida nueva. Ahora son figura de la nueva humanidad, aquella que prevalece sobre el mal y que volvemos a ver en el libro de Apocalipsis (21:7).
Noé es uno de los héroes de fe recogidos en la Carta a los hebreos capítulo 11. Tuvo fe para caminar con Dios mientras sus contemporáneos le ignoraban y menospreciaban. Tuvo fe para trabajar para Dios y dar testimonio de Él cuando la oposición a la verdad era generalizada. Cuando se trata de la fe que salva, cada uno de nosotros debe confiar en Jesucristo personalmente; no podemos ser salvos por la fe de otro. La esposa de Noé, sus tres hijos, y sus tres nueras también eran creyentes; dieron prueba de ello tanto apoyando a Noé mientras trabajaba y daba testimonio, como luego entrando en el Arca en obediencia al Señor.