Mateo 3:3

3. Una vez más, el desierto es el altavoz de Dios. Antaño lo fue para Moisés, y en este episodio lo es para Juan el Bautista. En tan árido entorno, ambos siervos de Dios fueron sus portavoces escogidos.  

Los cuatro evangelios citan Isaías 40:3 para referirse a Juan el Bautista. Mateo sitúa entonces el profeta del desierto en un marco escatológico, y de cumplimiento profético relacionándolo con aquel que anunciaron tanto Isaías como el profeta Malaquías (Mal. 3:1). Su aparición resuena en las profecías judías que proclamaban el regreso de Elías para disponer el camino por el cual llegaría la retribución de Dios.  

Del mismo modo que los caminos eran reparados, alisados, enderezados y nivelados antes de que llegara un rey, Juan disponía de una calzada espiritual para recibir el Mesías. Justo lo que también hizo el profeta Isaías ante la necesidad de preparar una vía de regreso del cautiverio a su patria para los exiliados judíos. 

La noticia que proclama Juan el Bautista viene acompañada de un aire de premura. Esta vez no es un susurro al oído, si no un grito en medio de la soledad que demanda toda nuestra atención. De hecho, es un imperativo: “Preparad el camino del Señor, y haced derechas sus sendas”, que viene a ser lo mismo.  

Jesús mismo llegó a afirmar que este Juan era su predecesor. El mensajero que anuncia su llegada, y que irá con el espíritu y el poder de Elías para ser instrumento reconciliador, de guía, sabiduría, y justicia; con el propósito de dejar un pueblo preparado y dispuesto para recibir al Señor. Ecos de una misión que hoy tiene la iglesia respecto la segunda venida de Cristo. 

El mandato resulta un tanto paradójico. Es obvio que los caminos del Señor son rectos de por sí, y que han sido dispuestos por él desde antes de la fundación del mundo. Por lo tanto, esto no puede ser otra cosa que una apelación a nuestra responsabilidad de andar por ellos, y hacer notorio que nuestros pies llevan el polvo de las suelas de nuestro maestro. Es, de hecho, todo un desafío que interpela a todo aquel que dice llevar su nombre. 

Así que, el camino del Señor que se está «enderezando» (expresión metafórica que se usa en la construcción de caminos para referirse al arrepentimiento) en Mateo 3 es el camino de Jesús. Identificar al Señor con Jesús ocurre con frecuencia en el NT (ej.: Ex 13:21 y 1Co 10:4; Isa 6:1 y Ju 12:41). Para el apóstol Pablo la roca de la cual brotó agua en el éxodo es Cristo, y para el apóstol Juan, Jesús es el Señor excelso y sublime sentado en su trono de gloria que cita el profeta Isaías. 

Por lo tanto, Mateo confirma, sin lugar a dudas, que el Reino de Dios y el Reino de Jesús son lo mismo, validando así la deidad de Jesús. Juan el Bautista es el último eco profético que recorre todo el Antiguo Testamento anunciando la llegada de uno que es más grande que todos, alguien a quien haremos bien en seguir. 

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