1-2. Aquí tenemos a Juan el Bautista, el predecesor de Jesús. Hijo del sacerdote Zacarías y Elizabeth su mujer, pronto le fue designado el sobrenombre de “el Bautista”, porque el bautismo fue lo que más le caracterizó a lo largo de su ministerio.
Aunque parece ser que vivía por la zona. El hecho que “llegara” da a entender que también fue enviado. Por la referencia a “aquellos días” vemos también que el autor se está refiriendo a momento específico de la historia que los receptores del texto conocían. Porque Dios envía sus portavoces donde quiere y cuando quiere.
Sin duda, llama la atención no tanto lo que vino a hacer, predicar, sino dónde. Nada más y nada menos que al desierto de Judea. Una zona que se extendía unos 32 kilómetros desde la meseta de Jerusalén-Belén hasta el río Jordán y el Mar Muerto. Ningún asesor de comunicación e imagen utilizaría tan desolado paraje para promocionar a nadie. Sin embargo, este fue el plan de Dios para Juan. Y Juan acudió, sabiendo que Dios era poderoso para atraer, incluso al desierto, a todos aquellos que habían de escuchar el mensaje que le había sido encomendado. Además, para cualquier israelita, el desierto tenía claras connotaciones proféticas, porque fue en ese ámbito donde fue dada la ley.
El mensaje de Juan empieza con lo que hoy bien podríamos definir como un “Tweet”: “Arrepentíos porque el Reino de los Cielos se ha acercado”. No se puede ser más claro. Arrepentirse o no es lo que justamente va a determinar si vamos a entrar en el Reino de los Cielos o, por el contrario, vamos a tener que enfrentarnos a él y al juicio que conlleva.
El arrepentimiento no es un mero cambio de opinión, sino un cambio de vida radical que comprende, inevitablemente, abandonar el pecado y dar un giro de 180 grados para volver a Dios. Se trata de un cambio integral en que se ven afectadas nuestra mente y nuestras acciones, y que conlleva, irremediablemente, visos de dolor. Por supuesto, para arrepentirse, primero hay que asumir que nuestras obras son fundamentalmente erróneas, y segundo, que andamos perdidos y sin rumbo. Paradójicamente, es a los líderes religiosos de su tiempo a quienes Juan reclama, con especial vehemencia, este arrepentimiento (3:7-8).
Reino de los cielos. Esta expresión la encontramos sólo en Mateo, donde aparece 33 veces. Marcos y Lucas se refieren al mismo Reino como el «Reino de Dios», un término que Mateo sólo usa cuatro veces. La explicación más plausible es que Mateo evita mencionar el «reino de Dios» para evitar ofender innecesariamente a algunos judíos que fueran a leer su carta, ya que era habitual entre los hebreos utilizar “cielo” como circunloquio para referirse a Dios (Da 4:26) y así evitar pronunciar el nombre de Dios en vano. Pero, Mateo también puede estar anticipando sutilmente la extensión de la autoridad de Cristo después de la resurrección: O sea, la soberanía de Dios tanto en el cielo como en la tierra ejercida por él mismo (28:18).
El Reino que predicaba Juan «está cerca». La Edad Mesiánica ya está aquí, es el mismo mensaje que predicaron tanto Jesús (4:17) como sus discípulos (10:7). Según Mateo, el reino vino con Jesús, su predicación y milagros, así como con su muerte y resurrección, pero no será hasta el ocaso de esta era cuando será instaurado completamente.
La terminología que utiliza Juan el Bautista para referirse al Reino, aunque velada, tuvo que despertar una enorme expectación entre sus oyentes (v.5). No podía hablarles abiertamente ya que todo un elenco de expectativas apocalípticas y políticas de aquel entonces hubieran sido campo abonado para la tergiversación del Reino que predicaba. De hecho, incluso Jesús usó, deliberadamente, una terminología velada cuando trataba temas relacionados con él. Además, tal y como anunció el ángel a José, el principal propósito del nacimiento de Jesús fue salvar a su pueblo de sus pecados (1:21), así pues, el primer anuncio del reino se encuentra estrechamente relacionado con el arrepentimiento y la confesión de pecado (3:6). Temas que se entrelazan constantemente en el libro de Mateo.
El Reino de Dios/Cielos, pues, tiene su origen en Jesús mismo. Y viene a ser el establecimiento del gobierno de Dios en los corazones y las vidas de su pueblo, la victoria sobre todas las fuerzas del mal, la erradicación del mundo de todas las consecuencias del pecado -incluyendo la muerte y todo aquello que hace languidecer la vida- así como la creación de un nuevo orden mundial de justicia y paz. Todo el AT respira la creciente expectativa de una visita divina que establecerá la justicia, erradicará la opresión y traerá la renovación del mismísimo universo.
La idea del reino de Dios es central en la enseñanza de Jesús y se menciona 50 veces solo en Mateo. Queda pues claro que el Reino de Dios se ha acercado, y su presencia y poder ya se pueden experimentar.