Isaías 53:11

Grande fue el precio que tuvo que pagar el siervo de Dios. Fue afligido sobremanera porque nadie ha soportado nunca una carga tan grande. Pero obedecer a Dios, por duro que sea, nunca es en vano. El fruto de su angustia mereció la pena con creces.

El siervo de Dios aprendió obediencia mediante el sufrimiento. Al ocupar nuestro lugar en la Cruz, ha experimentado en sus propias carnes el pecado de la humanidad entera, aun siendo él santo y sin mancha. Ha conocido de primera mano la vida tal y como la experimentamos nosotros, en especial la vida de los más humildes. Conoce las dificultades que enfrentamos a diario, sufrió el rechazo de la sociedad, o incluso la persecución.

Por eso, ahora está en disposición de juzgarnos y perdonarnos a la vez. Porque ha demostrado su justicia, su honestidad, su inocencia, su sacrificio y obediencia. Por eso nos puede declarar justos, y sin mancha. Después de haber cargado con nuestra maldad, nuestro pecado, nuestra iniquidad, nuestra culpa.

En este versículo también avistamos la Resurrección. El fruto de la cruz. Su victoria sobre el pecado y la muerte. El mismo poder que lo sostuvo y lo mantuvo sin pecado mientras anduvo entre nosotros fue el que lo levantó de entre los muertos. Por fin un sacrificio expiatorio que satisface a Dios. Todos los demás fueron copias a escala que terminaron por hastiar a Dios a causa de la hipocresía de aquellos que los llevaban a cabo.

Sólo Jesucristo tiene el verdadero conocimiento, no sólo acerca del hombre, también de Dios y de la vida. Porque nadie conoce al Padre sino el Hijo. Por lo tanto, sólo podemos llegar al Padre mediante Jesucristo. Su pueblo podía tener mucho conocimiento acerca de la ley, los profetas o las tradiciones, pero no conocía a su Dios. Habían entendido apenas nada. Porque la verdad sólo nos puede venir de Él. El Conocimiento de Dios no se “compra” con esfuerzo, sólo nos puede venir dado por su soberana voluntad. Hay episodios en la Escritura en que es Dios mismo quien, premeditadamente, priva a su pueblo de discernimiento a causa de la dureza de su corazón.

No siempre su pueblo ha sabido estar a su altura. En muchas ocasiones el pueblo de Dios ha sido guiado por ciegos ignorantes. “Perros mudos” los llama Isaías, que ni tan solo pueden ladrar porque se pasan el día durmiendo. Porque se puede hablar mucho y no decir una sola palabra que venga de Dios, y uno se puede cubrir con un manto de religiosidad y a su vez vivir totalmente ajeno a la voluntad de Dios.

La promesa que Dios hizo a Abraham ha sido sin duda la que más repercusión ha tenido en su plan de Salvación. Dios mismo habla de Abraham como su amigo. Y por esa amistad, Dios se ha mantenido fiel a lo largo de tantos años, tantas generaciones y tantas vicisitudes.  Por esa amistad, y esta fidelidad, Dios ha tenido muchísima paciencia con un pueblo duro de cerviz como ha sido el Pueblo de Israel. Y a pesar de todo, Dios ha seguido cumpliendo sus propósitos a través de su pueblo. De hecho, de Israel nació el Salvador del hombre.

Pero, ahora Jesús nos es cercano mediante las Escrituras. Ahora somos testigos del siervo de Dios, su escogido. Ya no tenemos escusa, ahora podemos conocer a Dios a través de él.

A Dios sólo se le puede discernir espiritualmente. Las Escrituras nos dicen que el Espíritu de Dios reposaba sobre Jesús. Espíritu de sabiduría e inteligencia, de consejo y de poder, de conocimiento y de temor de Jehová.

Porque Jesucristo nos justifica. Toma nuestra culpa y nuestro pecado y los hace suyos. Sólo por esto nos puede declarar justos. Porque no hay otra forma perdonarnos sin que Dios deje de ser íntegro. Porque, así como por la desobediencia de Adán muchos fuimos constituidos pecadores, por la obediencia de Jesús, muchos también serán constituidos justos.

Él pasó por la oscuridad de este mundo. Sufrió nuestro dolor. Sufrió el asedio de nuestras tinieblas. Pero ellas no pudieron con él. Su luz admirable las venció, resplandeció el nuevo día que la Creación entera anhela. El velo que cubría la luz de su rostro fue para siempre quitado. Su obra fue llevada a cabo y completada a la perfección. Dios quedó plenamente satisfecho con él.

Grande es su conocimiento y sabiduría. A muchos asombrará. Quedarán maravillados de la belleza de su santidad. Porque la humanidad sólo tiene una necesidad. Y es acudir a los pies de Jesús.

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