Isaías 53:7

7. Toda la opresión, todo el sufrimiento que conlleva el pecado cayó sobre él. Y no protestó, no salió una palabra de queja de su boca. Con sólo levantar un dedo habría cesado tanto dolor, pero no lo hizo. Sumiso como un cordero, con una humildad encomiable, se sujetó a la voluntad del Padre y a la de aquellos que lo torturaron y le dieron muerte. No dudó en ofrecerse en sacrificio. Paradójicamente, fue la esperanza de un gozo prometido la que lo movió. Con una voluntad tan firme y sólida como su amor por nosotros tomó el camino de la cruz.

En esta profecía de la cruz, donde se nos narra con tanto detalle el sacrificio del Señor Jesucristo en tan ignominioso madero, empezamos a darnos cuenta de que la analogía del árbol cobra todo su sentido. Evoca inevitablemente el árbol de la vida que nos fue vetado tras la caída en el jardín del Edén. Él es el sacrificio del cordero sin mancha que quita el pecado del mundo. Él es la sangre del cordero pascual que hace pasar de largo el ángel de la muerte.

Él es el sacrificio de paz, el único que puede restablecer la relación entre Dios y el hombre. En la cruz vemos cuan necesitados estamos de salvación y de arrepentimiento para alcanzarla.

Todo el aislamiento que germina el pecado en el hombre fue absorbido por el Cordero de Dios. Se entregó a la ira de Dios sufriendo nuestro pecado mientras esperaba solamente en la voluntad del Padre.

Ahí está el Hijo de Dios. Tomando nuestro lugar en la cruz. Salvándonos de nuestra irremediable perdición. Cargó con nuestra culpa y con nuestra vergüenza. No abrió su boca, e hizo suyo todo nuestro pecado.

Paradójicamente, en los momentos que precedieron la cruz. Jesús, siendo justo y juez del mismo universo, ocupó el lugar de los culpables. Y no abrió su boca. No contestó todas aquellas acusaciones que caían sobre él. Sin embargo, los culpables no cesaban de incriminarle arrojando con ira toda clase de falsedades.

Así pues, en su humillación, Jesús tuvo que soportar, la ignominia de los golpes, la burla, o las falsas acusaciones. Nadie ha sido tratado más injustamente que Él. Su vida le fue quitada a muy temprana edad. Pero, pocos sospechaban que aquella muerte prematura resultaría en la mejor noticia que podía recibir la humanidad.

Jesús ha resultado ser el paradigma de las enseñanzas de su Reino. Porque cuando le ultrajaban, no respondía ultrajando. Cundo padecía injustamente no amenazaba, sino que se encomendaba a aquel que juzga con rectitud.

En este versículo se enfatiza la mansedumbre del cordero. Los israelitas estaban acostumbrados a la ganadería. Conocían perfectamente la naturaleza sumisa del cordero. Jesús, como el Cordero de Dios, en silencio se sometió hasta la muerte. Y no trató de detener a aquellos que se le oponían.

Pero aquel que moría no pudo ser retenido por la tumba. Por su humillación, Dios lo exaltó a lo sumo. Porque delante de él se doblará toda rodilla sin excepción. Y por su sangre derramada muchos verán sus nombres inscritos en el libro de la vida.

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