Salmos 26:4

4. Nada oscurece más nuestras vidas que alejarnos de la luz de la verdad para ocultarnos en la oscuridad de la mentira. Si analizamos cuidadosamente cualquier pecado veremos que la mentira es materia prima de toda ofensa a Dios.

Otro rasgo característico de la falsedad es que, cual virus, si se aísla termina siempre muriéndose. La mentira necesita bocas y oídos distintos para poder sobrevivir. Por lo tanto, lo normal es que nos asociemos con aquellos que padecen nuestra misma enfermedad.

No podemos evitar la mentira, forma parte de una naturaleza corrupta y de un entorno socialmente contaminado. Empezando con que nos engañamos incluso a nosotros mismos, pretendiendo vivir en un mundo de ilusión y cartón piedra que sólo se mantiene tratando de hacer creer a los demás que es “auténtico”. La mentira tiene muchas caras, muchos disfraces, y muchas “pieles”. A algunas de ellas, estamos tan acostumbrados a llevarlas que ni tan solo somos conscientes.

Sin embargo, hay algo que sí podemos hacer para librarnos de la mentira o minimizar su efecto. No “asociarnos” con aquellos que la viven, la proclaman y se regocijan en ella.

Hay una mentira en concreto que es especialmente cínica, aquella que proviene de utilizar una cortina de religiosidad para ocultar los pecados más letales. A ese lugar, David tiene claro que no quiere ir. Ahora mismo, el salmista está siendo perseguido por aquellos que lo difaman, aquellos que ven en la verdadera piedad una amenaza para su templo de falsedad, odio y maledicencia. Las peores palabras de Jesús siempre fueron para estos actores secundarios que tanto les gusta figurar: Los fariseos.

“El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente” dijo el político Lord Acton. El “sentarse” implica juntarse para llevar a cabo alguna acción de mayor o menor envergadura, significa cavilar en equipo con algún propósito. Lógicamente, aquí el salmista afirma que no ha sido cómplice de las artimañas de aquellos que maquinan falsedad y mentira.

Otra característica de los malignos, aquellos que traman el engaño y el mal continuamente es que rara vez actúan solos. Es como si les diese miedo caminar solos en la oscuridad, nunca llevan a cabo sus acechanzas sin cómplices.

Pero hay otra fraternidad, otra compañía que no pertenece a los que practican la impiedad. Se trata de la comunión que tienen todos aquellos que temen a Dios, y buscan hacer su voluntad. Todos aquellos que infringen la Palabra de Dios no podrán destruir esta comunión.

El problema de la mentira y el engaño son constantes. En todo momento estamos expuestos a caer en la tentación y tragarnos el anzuelo de cualquier mentira. La más común, probablemente, es aquella que nos ofrece “riquezas”, aunque sean especialmente “injustas”.

Sin ir más lejos. Hoy sabemos que muchos de los bienes que adquirimos se han obtenido mediante el abuso y la explotación.

El camino de la maldad se plantea en las Escrituras como un camino sinuoso, tenebroso, dónde es fácil introducirse, pero difícil salir de él. Es el lugar ideal para caer víctima de una emboscada. Porque a oscuras será difícil escapar. Y porque la violencia se impone a cualquier intento de escapatoria.

Andar por caminos de engaño es sumamente perjudicial para la salud. Nos llena de ansiedad y de afán. La necesidad de llevar a cabo nuestros planes a cualquier precio nos consumirá. No se puede confiar en nadie allí donde lo fundamental es uno mismo.  En esta situación, empezamos a ver contrincantes por todas partes, el deseo de deshacernos de ellos nos roba el sueño. La impiedad es entonces nuestro pan de cada día, y nuestra adicción pasa a ser la violencia.

Las consecuencias del pecado son siempre desastrosas. No es un buen patrón de decisiones el “porque todo el mundo lo hace”, o decir “no lo sabía” simplemente porque nunca nos preocupó examinarnos a nosotros mismos. O porque preferimos perseguir nuestras propias fantasías a esforzarnos en aquello que era importante y necesario.

Las compañías son muy importantes. Constantemente nos estamos contagiando: “Anda con un cojo, y terminarás cojeando”. Dice el refranero. Es cierto que si nos juntamos con los sabios terminaremos adquiriendo sabiduría, y que si nos juntamos con los insensatos terminaremos haciéndonos daño. Con el impío el conflicto no tarda en aparecer, porque respira violencia, y sus maquinaciones son constantes.

Porque el ser humano necesita cultivar pautas y costumbres que pongan límite a sus pasiones y deseos.  En la vida es siempre es necesario el esfuerzo y el buen conocimiento si queremos cosechar lo mejor de nuestros días.

La vida, imprevisible cómo es, puede torcerse en cualquier momento y en cualquier circunstancia. Pero esto sólo será una eventualidad si practicamos los principios bíblicos que las Escrituras nos han dejado. Sólo por poner un par de ejemplos: Honrando a los padres, o siendo fiel a tu conyugue sabemos que cimentamos la vida para que pueda resistir muchos de los embistes característicos de nuestra existencia.

La soledad tiene su papel entre los profetas, incluso entre el mismo Señor Jesucristo. A veces, hay que salir del círculo social de la “prosperidad” para tener una visión un tanto más exacta de la realidad. Porque fuera de la esfera de nuestra legítima felicidad la mano de Dios encuentra lugar para posarse sobre nuestro hombro. Allí la vida se muestra con toda su crudeza. Con todos sus matices, suaves y extremos. Pero también con toda su belleza, y con toda su fealdad. Con todo su gozo y con todo su dolor. Con toda su algarabía y todo su silencio. Allí asoma cada mañana la ignominia que cabalga el planeta sin cesar sembrando la desgracia y la miseria por doquier.

Debemos tener cuidado con nuestras compañías. Debemos conseguir un equilibrio en el cual mantengamos contacto con cada persona que compone nuestro entorno social, pero a su vez hay que medir bien las distancias para que sus malos hábitos no lleguen a afectarnos.

Pero no debemos olvidar que el pecado nunca viene de afuera, sino de dentro. El pecado siempre lo llevamos en el corazón cual virus enganchado a una célula. Qué duda cabe que factores externos pueden activarlo y propagarlo por todo nuestro cuerpo en cuestión de segundos. Pero sólo es mi voluntad la que tiene potestad de hacerme caer en el error.

Ahí entra en escena un arma tremendamente eficaz contra el pecado: “La oración”. Por ella podemos cobrar la fuerza necesaria para no inclinar la balanza hacia el mal. La que puede evitar que yo sea “cómplice” de iniquidades, tal y como dice el salmista. Porque el mal suele cultivarse en ambientes de autocomplacencia y satisfacción. Allí donde gobierna la ley de la codicia, el orgullo y el engaño.

El salmista destaca la gran diferencia que le distingue de sus enemigos. No importa cuánta presión ejerzan sobre él. No se doblegará ante ella. Para el salmista la rectitud no es una opción. El poder que le otorga poner los ojos en el Altísimo le ayuda a repeler los ataques de aquellos que buscan arruinar su vida. Es sabedor de la bondad divina, de la protección que recibe todo aquel que ha puesto su confianza en Dios. Conocer la verdad le ayuda a distinguir la mentira. Sabe que los amantes de la mentida se pasan el día maquinando nuevas formas de engaño. Desarrollan complicadas estrategias para ocultar la verdad y así poder llevar a cabo sus propósitos perversos. El hipócrita usa con destreza su lengua para ocultar la podredumbre que alberga su corazón.

¡Qué distinto es aquel que ha puesto su fe en las promesas de Dios! El que así hace puede vivir tranquilo. El que lo respalda es más fuerte y poderoso que cualquier hombre. David quiere que entendamos que nuestra integridad será suficiente para protegernos de los depredadores que nos rodean. Él mismo lo ha experimentado. Bajo su mano estaremos seguros. Además, Dios ha otorgado a sus hijos prudencia. No la natural, sino otra distinta. La que emana de una vida guiada por el Espíritu Santo. Porque sólo Él, puede poner de manifiesto a la serpiente que sigue engañando, aunque oculta, desde la fundación de este mundo.

Esta entrada fue publicada en SALMOS. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.