Génesis 17:13

13. Así pues, esta señal en la carne será símbolo de la obra redentora de Dios con todo aquel que es de la fe de Abraham, y señal identificativa del pueblo de Dios, pero en ningún caso será señal de su raza. Porque el linaje de Abraham será el portador del mensaje de Dios al mundo. Y la señal en la carne será perenne. Recordatorio vitalicio del pacto unilateral de Dios con su Pueblo en Abraham. Pero el mensaje de redención y reconciliación del pacto será transmitido a todas las naciones.

La circuncisión en la carne simboliza la circuncisión en el corazón. De hecho, esta señal no es visible a los demás, sólo a uno mismo. Porque la marca que el Espíritu Santo hace en el corazón del creyente hace brotar un gozo inefable. Un gozo que quizá sólo uno entiende, pero que todo el mundo percibe. El creyente vive confiado en cuerpo y alma sin tener que mostrar señal externa que lo justifique. El gozo del Espíritu Santo es autosuficiente.

El Espíritu Santo da paz al corazón cuando lo gobierna, sin embargo, cuando los deseos de la carne nos dirigen, rápidamente brotan enemistades y conflictos entre nosotros, y entre nosotros y nuestro creador. La envidia es clara sintomatología de la influencia carnal en el ser humano.

La verdadera espiritualidad, contraria siempre a los deseos de la carne, se caracteriza por el verdadero amor fraternal, porque las promesas que el Señor nos ha concedido nos son comunes y eternas. Nos motivan a vivir apartándonos constantemente del pecado y todo aquello que pueda manchar nuestras vidas. Nos infunde un santo temor de Dios que nos motiva, y nos capacita para andar en santidad.

El gozo que da Dios en nuestro corazón es un gozo que nos mueve a expresar adoración y alabanza mediante nuestras voces. Una clara expresión en las Escrituras es el canto y la poesía que tanto encontramos en los Salmos y otros libros de la Biblia. El Gozo que produce el Espíritu Santo transforma nuestra cosmovisión de la vida. Nos hace vivir confiados en medio de distintas circunstancias. Nos muestra el cuidado del firme y constante amor de Dios.

Hay pactos como el de la circuncisión, o el del Arco iris, que son temporales para nosotros que somos criaturas mortales, pero para Dios siguen siendo eternos en valor y significado. Dios aún mira hoy el Arco iris y se acuerda del pacto que hizo con Noé de no volver a inundar la Tierra. En este pacto, que ha perdurado a través de las edades, dilucidamos el tremendo dolor que tuvo que pasar el Señor con el Diluvio para tener que constatar entre cielo y tierra que aquello no volvería a repetirse. Lo puso como una señal de esperanza para la humanidad, y un avance de la futura redención del hombre y la creación entera a través de la cruz.

Lo mismo ocurre con la circuncisión. Esta es una figura temporal del pacto eterno que Dios hace con Abraham y con toda su descendencia. En este símbolo queda establecido el pacto por el cual Jehová será su Dios, y ellos serán su pueblo, con lo que deberán honrarle, adorarle y obedecerle. Entonces Dios los bendecirá, los guiará en el camino de la vida, y hará que sean luz a las naciones.

Porque con la venida de Cristo, la circuncisión externa cesó para que quedara establecida la verdadera, la del corazón. Pablo lo deja bien claro en sus palabras; el apóstol no sólo nos enseña que por la muerte de Cristo estamos circuncidados espiritualmente, y no a través de la señal en la carne, también afirma que el bautismo sustituye la antigua circuncisión; (Colosenses 2:11-12;) porque, verdaderamente, el bautismo no podía triunfar sobre la circuncisión, sin antes quitarla. @carlesmile.

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