Génesis 17:12

17:12. A los 8 días será circuncidado todo varón. A través de todas las generaciones que vendrán después de Abraham, la circuncisión será una señal identitaria no solo de los miembros de su familia sino también de todos aquellos extranjeros que convivan con ellos, esclavos principalmente. Dando a entender así que la promesa de Abraham también alcanza a pueblos de otras razas y otras naciones, así como a los más desfavorecidos de la sociedad.

Efectivamente, esta señal en la carne perduró a lo largo de todas las generaciones que vinieron después del patriarca hasta Juan el Bautista y Jesús mismo. De hecho, podemos afirmar que la señal termina al octavo día del nacimiento del Salvador. Los 8 días que debían pasar desde el nacimiento de todo nacido entre el Pueblo de Dios eran considerados, según encontramos en las Escrituras, una señal de mayor arraigo, si cabe, dentro del pacto de la circuncisión.

Era tal la devoción que los fariseos contemporáneos de Jesús tenían por la circuncisión que no les importaba aplicarla incluso en sábado, aún si el octavo día caía en ese día de la semana. A pesar de lo intransigentes que eran con el cumplimiento del Sabbath.  En su ciego legalismo, permitían el corte del prepucio, pero no toleraban la misericordia de Jesús si esta se llevaba a cabo el señalado día de descanso. En cambio, Jesús nos enseña que el amor y la misericordia van siempre por delante de cualquier forma de legalismo.

Ello nos lleva a las palabras de Pablo, quien afirma en su carta a los Romanos, que la verdadera circuncisión siempre es la del corazón, la que se hace en el espíritu, no en la letra, y aquella que recibe alabanza de Dios en detrimento de la alabanza de los hombres.

La circuncisión, desde su misma instauración no es, en ningún caso, una señal étnica o elitista. Paradójicamente, el primer circuncidado fue Ismael, hijo de Hagar, la esclava egipcia. Y los siguientes fueron todos los miembros de la casa, incluidos los siervos. Las instrucciones son claras en las Escrituras. Todo extranjero que conviva con el Pueblo de Dios y participe de sus fiestas y ritos debe circuncidarse primero. Y por esta señal en la carne, el extranjero será considerado como cualquier otro circunciso de nacimiento. Uno es el extranjero y otro el nacido en casa, pero ambos debían sujetarse a una misma ley. Por otro lado, tanto esclavos extranjeros, como libres nativos, debían también adorar al único Dios verdadero y abandonar los ídolos. Por desgracia, esto no siempre ocurría, y muchas veces eran los nativos quienes acababan adorando los ídolos extranjeros.

Cuando cualquier extranjero, de aquellos que vivían entre el Pueblo de Dios, abandonaba los ídolos y se circuncidaba, tenía pleno derecho a participar de toda la vida religiosa de la nación, incluidas todas fiestas conmemorativas. La salvación que Dios proveía para su Pueblo era también una puerta abierta a todas las naciones.

Otro aspecto que considerar acerca de la circuncisión es el efecto que tenía entre los padres del recién nacido. Con 8 días de edad, no sería fácil ceder un querido hijo a tan tierna edad para efectuarle semejante herida en el cuerpo, teniendo en cuenta que en aquellos tiempos era mucho más fácil poner en peligro la vida del pequeño.

Hay muchas teorías acerca del motivo por el cual Dios designa ocho días para la circuncisión. Una de ellas, quizá la más plausible, era dejar que el pequeño fuese lo suficientemente maduro como para afrontar la intervención con ciertas garantías. Sin embargo, siempre será mejor centrarnos el simbolismo que conlleva la pequeña sección en la carne: “La destrucción del viejo hombre; y a su vez la restauración que Dios hace del hombre volviéndolo a la vida”.

Sin duda, llama la atención el amor y la gracia que Dios tiene con Abraham y su familia. En la sociedad contemporánea del patriarca difícilmente se contaría un esclavo entre los miembros de la familia. Sin embargo, debido al favor concedido a su siervo Abraham, los esclavos llegan a ser adoptados como hijos en la fe de patriarca. Por lo tanto, el orgullo de la carne queda totalmente descartado; porque Dios, sin hacer distinción de personas, aglutina hombres libres y esclavos. Así que, en la persona de Abraham, Dios ha prescrito por ley que todos aquellos que están sujetos al patriarca den el paso y sean incorporados a la misma sociedad de fe de su Señor.

De ello deducimos que toda familia piadosa debería ser una iglesia en sí misma. Por lo tanto, si queremos probar nuestra fe, debemos trabajar para que nuestra casa se mantenga sujeta en obediencia a Dios.

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