10. Dios va ampliando distintos aspectos del pacto, y ahora introduce una señal identificativa del mismo en la carne: La circuncisión, esta forma parte de ese pacto unilateral que Dios hace con Abraham, y su descendencia. A partir de ahora, todo varón de su linaje deberá circuncidarse. Y les será señal y recordatorio del pacto que Dios ha establecido con ellos.
Con esta singular señal en el cuerpo, fácilmente se podía recordar, no sólo el pacto de gracia que les hacía aceptos delante de Dios, sino también el origen y las consecuencias del pecado con toda su fuerza, y con todo su dolor. El corte del prepucio les recordaría su vulnerabilidad ante el pecado y las fatales consecuencias que acarrea la desobedecía.
Pero, guardar el pacto y seguir los decretos del Señor también tendrán su recompensa: Gustarán la fidelidad de Dios, serán partícipes de su amor, y conocerán la verdad. Necesidades vitales en todo ser humano.
Desde la eternidad y hacia la eternidad el amor divino se introduce en la vida de todo aquel que creé en el Dios de Abraham. Generación tras generación Dios traerá justicia a todos los que le temen. Por este pacto podrán agradar al Dios que lo ha establecido viviendo en su misma presencia. Además, ahora serán pueblo escogido, nación santa, linaje escogido. Dios los podrá llamar hijos, y ellos podrán llamarlo Padre.
Pero, la circuncisión física debía ser ante todo reflejo de la circuncisión del corazón. Era necesario entonces despojarse también de todo orgullo, terquedad y arrogancia. Por desgracia, la descendencia de Abraham se olvidó en muchas ocasiones de que esa era la verdadera circuncisión.
La circuncisión del corazón no se puede hacer por voluntad humana, sólo divina. Es cuando Dios circuncida nuestro corazón cuando somos capaces de amarle con todo nuestro ser. El llamado a circuncidar nuestro corazón se repite en diversas ocasiones a lo largo de las Escrituras. El humillarnos delante de él, confesar nuestro pecado y aferrarnos a su gracia redentora y salvadora son la única posibilidad que tenemos de librarnos de la ira de Dios. Es por ello por lo que no son tan importantes las señales “certificables” que Dios ha establecido como aquellas realidades espirituales a las que representan. De hecho, este tipo de señales “visibles” pueden volverse contra nosotros sino son reflejo de lo que Dios ha hecho en nuestro corazón. El profeta Jeremías llegó a anunciar el mismo castigo de Dios sobre aquellos que solamente se habían circuncidado en la carne olvidando la circuncisión del corazón. Según leemos en la carta del apóstol Pablo a los Romanos, el judío de verdad es aquel que lo es de corazón, porque la auténtica circuncisión es en realidad obra del Espíritu Santo.
La Palabra de Dios no solo debe afectar mi apariencia, sino también toda mi manera de entender la vida, llegando a afectar mi comportamiento, mis actitudes o mis decisiones.
La sangre vertida por el corte del prepucio recordaba el sacrificio necesario para la redención del pecado. Porque Dios mismo se presentó como sacrificio expiatorio mediante su sangre derramada. Es la fe en ese sacrificio la que pone de manifiesto su justicia y la remisión de nuestros pecados.
Este símbolo tuvo su importancia y su función en su día. Pero hoy ya no forma parte del distintivo del pueblo de Dios. Un corazón obediente es la señal por la cual tanto Dios como los hombres sabrán que somos hijos de Dios. Porque Dios está formando un nuevo pueblo sin distinciones ni exclusiones. De este Pueblo forman parte tanto judíos como gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres por igual. Ahora lo que cuenta en el pueblo de Dios es la fe, una fe activa por medio del amor.
En el Nuevo Testamento, la “nueva” circuncisión se identifica con la presencia y la guía del Espíritu Santo, por el cual adoramos a Dios, y nos gloriamos en Cristo Jesús sin poner nuestra confianza en las cosas externas. Porque la verdadera circuncisión representa para el creyente su unión con Cristo y haber sido despojado de su naturaleza pecaminosa.
La circuncisión, como señal, se aplicaba a todos aquellos varones que compartían la promesa hecha a Abraham. Pero, la circuncisión, como tal, ya era practicada por diversos pueblos de Oriente Medio. Sin embargo, ahora adquiría un nuevo significado. Para Abraham y su descendencia sería un recordatorio del pacto eterno (v. 13, 7, 19). Por este símbolo, Dios dejó en ellos la imprenta de la impureza de la naturaleza, y a su vez, la dependencia que tenían de Él como productor de toda vida.
Al considerar el símbolo de la circuncisión reconocerían y recordarían:
- La impureza original debía desecharse.
- La naturaleza humana es incapaz de producir la semilla prometida.
- Debían guardar fidelidad a su familia y al Pueblo al que pertenecían. Cualquier israelita que rehusara el corte físico sería “cortado” (separado) de su pueblo (v.14) a causa de su desobediencia al mandato divino.
Otros pasajes de la Escritura se refieren a la circuncisión como un símbolo de separación, pureza, y lealtad al pacto. Moisés afirmó que Dios circundaría los corazones de Su pueblo para que pudieran rendirle devoción (Deu. 30:6). Y Pablo escribió que la circuncisión de corazón (ser apartados interiormente “por el Espíritu”) evidencia la salvación, así como la comunión con Dios. (Rom. 2:28-29; cf. Rom. 4:11). Uno debe volverse en confianza a Dios y sus promesas, dejando de lado su fuerza natural. La incredulidad es también descrita en las Escrituras como tener un corazón incircunciso (Jer. 9:26; Ezek. 44:7-9).
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