Génesis 15:15

15. Dios promete un final adecuado a la carrera de Abraham. Después de abandonar tanta seguridad y comodidad en Ur de los Caldeos, y emprender un nuevo camino provisto solo de las promesas de Dios, Abraham tendrá el descanso y la tranquilidad prometidas. El texto nos dice que cuando Abraham descanse volverá a sus padres en paz. Se entrevé, claramente, que Dios promete lo que cumple. Que Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Y que la andadura por fe de Abraham tiene consecuencias tanto en el Cielo como en la Tierra.

Dios promete a Abraham una buena vejez donde podrá mirar hacia atrás y observar los frutos de su peregrinación. A pesar de los achaques propios de la edad, Abraham aguardará satisfecho y lleno de esperanza su partida. Dios le protegió mientras fue un advenedizo en esta Tierra, por lo tanto, sabe que puede cruzar el umbral de la muerte tranquilo, porque sabe que al otro lado se encuentra su verdadera patria. Más allá de la muerte lo acogerán los brazos que tanto le sostuvieron aquí en la Tierra, y a su vez recibirá el calor de su pueblo, su gente y su familia. Sabe que en el Cielo será recibido por sus padres, y él mismo recibirá sus hijos y toda la descendencia que vendrá después de ellos. Porque el polvo vuelve a la tierra, pero el Espíritu vuelve a Dios, que lo dio. Como bagaje, Abraham llevará días de plenitud que fue atesorando mientras caminaba, aun cayendo, y siendo levantado otra vez.

La realidad de la vida, más allá de la muerte recorre toda la Escritura. El mismo Señor Jesucristo lo hizo ver a sus discípulos. El Dios de Moisés, es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Y Dios, es solo Dios de vivos. Porque todos aquellos que somos de Dios, vivimos para Dios.

Para el creyente, la muerte no es el negro pozo de desesperación que pende sobre todo incrédulo. Aquellos que tenemos la fe de Abraham, David, y otros héroes de la fe, podemos contemplar la muerte como “unas vacaciones”, un merecido “descanso”, un periodo de infinita paz que tendrá su apogeo en la resurrección. A pesar de que la muerte vendrá irremisiblemente, e inesperadamente, para truncar nuestra vida tal como fue concebida a lo largo de toda nuestra existencia. La muerte es un camino sin retorno que debe hacernos contar nuestros días para darles el sentido y el valor que tienen.

Puestos los ojos en Jesús mediante nuestra fe, no hay motivo por el cual temer a la muerte. Sin embargo, esto no es así para los que no tienen esperanza. Desasosiego, incertidumbre, oscuridad, y caos es lo que aguarda aquellos que desecharon la Luz de Dios y su Palabra.

Nuestra única esperanza, como creyentes, es el Señor Jesucristo. Su vara y su cayado son los que nos infunden aliento. Por su mano, no vamos a ser dejados en la morada de los muertos.

Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Lucas 20:37.

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