Génesis 15:7

7. Es el Señor es el principio y el final de nuestra salvación. La fe no tiene su origen en nosotros mismos sino en la obra salvífica de nuestro Dios. Él ha empezado la obra en nosotros, y Él la terminará. La fe son los pasos que nos llevan de Ur de los caldeos a la Tierra Prometida.

Emprender el camino de nuestra fe implica necesariamente deshacernos de algo. Las demandas del Reino de Dios no son compatibles con las demandas de este mundo. El Reino de Dios demanda nuestra preferencia. Nuestra fidelidad al Señor y a su Reino deben estar por encima de nuestros intereses personales, incluso de nuestros lazos familiares. El Reino de Dios solo pertenece a Dios, nunca a los hombres. Sólo Él, soberanamente, puede revelarlo, y hacernos sus ciudadanos.

Abram recibió un nuevo nombre al salir de su tierra natal. Su nuevo nombre “Padre de multitudes” nos habla de los grandes planes de Dios para el padre de nuestra fe. Cada uno de nosotros ha recibido un nuevo nombre en Cristo Jesús. Es el nombre que nos identifica en el Reino de los Cielos, el que define nuestro carácter y nuestro propósito en Cristo Jesús.

Abraham no emprendió semejante andadura por cualquier motivo. Fue la gloria de Dios la que le fue mostrada y la que le fue prometida. Solo cuando Dios nos muestra su gloria somos capaces de abandonar la gloria de este mundo para recibir la gloria de su Reino.

A Abraham no se le pidió otra cosa que no fuera confiar en las promesas del Señor: Una tierra prometida para su descendencia y para siempre, pero ¿Es Dios de fiar? ¿Tan grande es su fidelidad y su bondad? ¿Merece la pena negarse a sí mismo y seguirle?

El Señor tiene en gran estima nuestra fe. Nuestra fidelidad al Señor se ha visto recompensada con la promesa de la gracia divina, la promesa de nuestra Jerusalén celestial y el Reino de Dios.

Nuestra tierra prometida no es algo que nos hemos ganado a pulso. No ha sido cumpliendo determinadas normas sino creyendo en aquel que nos ha dado la gracia del perdón. Es viviendo ese don, perdonando y pidiendo perdón, que hemos dado validez a su salvación y la promesa de la vida eterna. En realidad, ha sido por el sacrificio del Señor Jesucristo en la cruz que hemos alcanzado esa salvación. Nuestra tierra prometida sólo es nuestra porque forma parte de la herencia que tenemos en Cristo Jesús. Porque Él es el primogénito en la resurrección. Primicia de la nueva creación de Dios.

Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. Romanos 4:13

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