05. Dicen que en una noche estrellada en oriente medio nuestros ojos podrían alcanzar a ver unas ocho mil estrellas. En este versículo, el Señor muestra a Abraham, de la manera más gráfica posible, cuál es la bendición que le espera. Nada como la creación para ilustrar las bendiciones que Dios ha prometido a aquellos que le aman. De vez en cuando, debemos salir de nuestros “habitáculos” y contemplar las señales de los Cielos, que tan bien nos hablan de la grandeza de nuestro Dios, que los creó, y de cuán grandes y firmes son sus promesas. Abraham mismo, probablemente no sabía en aquel entonces que el alcance de esa descendencia prometida nos llegaría incluso a nosotros. Efectivamente, la descendencia de Abraham sería incalculable…
Contemplar la grandeza de Dios nos hace sentir pequeños, de alguna manera nos pone en nuestro lugar, y a su vez, nos hace más conscientes de cuán incomprensibles son los caminos de Dios, y de cuán lejos estamos de comprenderlos por nosotros mismos ¡Cuántas veces las nubes de nuestra incredulidad no nos dejan ver la inmensidad y belleza de las promesas que nos aguardan! Cada una de estas estrellas que contemplaba Abraham tiene un nombre, y cada una de ellas tiene su propio fulgor, la gloria de un hijo de la promesa.
En Génesis, Abraham tuvo 3 “Mira” de parte de Dios:
- Mira la tierra (Gen 13:14)
- Hacia el Cielo (Gen 15:5)
- Hacia el substituto (Gen 22:13)
Aunque Abraham no llegó a verlo, según fueron pasando los años, la promesa de Dios fue tomando forma, pues ya en el Éxodo de Egipto, la descendencia del patriarca, el pueblo de Israel, era tan numerosa “como estrellas hay en el cielo” (Deu. 1:10). Sin embargo, a día de hoy, la promesa hecha a Abraham sigue cumpliéndose. Pues, una gran nación, victoriosa, respetada, admirada, y que además será de bendición para toda la humanidad aportando luz y guía y el ministerio de la reconciliación con Dios sigue creciendo y formándose. Esta nación está formada por el verdadero linaje de Israel, y por aquellos que pertenecemos a Cristo tal como dice Gálatas 3:29 “Y si sois de Cristo, entonces son descendientes de Abraham y herederos de las promesas que Dios le hizo”. Cristo es, pues, la piedra angular de la promesa.
La grandeza de Abraham radica en la fortaleza de su fe. Cómo se mantuvo firme a pesar de todas las dificultades y contradicciones. Le fue prometido ser padre de muchas naciones, promesa que tuvo su clímax en el nacimiento y vida del Señor Jesucristo. Él fue la semilla prometida por la cual gente de todo linaje, raza y nación pasaría a formar parte de la descendencia de Abraham. El único requisito: Tener la fe que él tuvo.
Por lo cual también nació de uno (y éste casi muerto con respecto a esto) una descendencia COMO LAS ESTRELLAS DEL CIELO EN NUMERO, E INNUMERABLE COMO LA ARENA QUE ESTA A LA ORILLA DEL MAR. Hebreos 11:12