06. Pero el salmista es consciente de cuál es su posición, del valor que tiene a los ojos de Dios, y que quien vencerá al final es su Salvador. El Señor no nos ha prometido una vida sin adversidades ni aflicción, pero sí nos ha prometido estar con nosotros hasta el fin del mundo.
Incluso cuando se acerque la hora de partir, incluso en el mismo momento de nuestra muerte, el Señor seguirá con nosotros. Porque Él nos ha librado también de la muerte y de la condenación eternas. Nos pueden hacer sufrir, pero no nos pueden hacer mal alguno, porque Él anda con nosotros.
Haya paz, o haya guerra, haya abundancia, o haya escasez, la protección de Dios continúa siendo la misma. Su mano no nos abandona, sean cuales sean las circunstancias que nos rodeen, o sean muchos y poderosos nuestros enemigos.
El Reino de Dios es atacado constantemente, si queremos vivir piadosamente seremos acosados por todos aquellos que adoran otros dioses y no viven conforme la Palabra de Dios.
Nos hallamos en medio de una guerra espiritual, y son muchas las huestes que luchan teniéndonos a nosotros como objetivo y campo de batalla a la vez. Las Escrituras nos enseñan que a pesar de que nos veamos en inferioridad de condiciones, las fuerzas espirituales que nos apoyan son más poderosas que todos los ejércitos del mundo.
En un mundo de oscuridad y tinieblas, el Señor mismo es nuestra luz. Con Él vemos lo suficiente para no tropezar, con Él tenemos la verdadera perspectiva de la vida. Con Él tenemos un sentido y un propósito, unas pisadas que seguir. Ya no tenemos que vivir amedrentados por la oscuridad que envuelve todo ser humano. Además, tenemos motivos para estar gozosos constantemente:
- El Señor mismo es nuestra salvación.
- Nos ha rescatado de la condenación que cuelga sobre nosotros.
- Nos ha dado vida cuando estábamos muertos.
- Su perdón no solo nos perdona, también nos corrige por amor de su nombre.
Ante una salvación tan grande ¿A qué o a quién temeremos? Como seres humanos somos frágiles, tremendamente vulnerables. Esto es fuente inagotable de ansiedad. Pero por fe, creemos y sabemos que el Señor que hizo los Cielos y la Tierra nos protege, nos rodea cual muralla, y por ello podemos vivir confiados.
Nuestras circunstancias pueden ser muy complicadas. Pueden venir tiempos duros, de persecución o de escasez. Pero sabemos que el Señor no nos dejará en ningún momento. No nos dejará sufrir más de lo que podamos soportar. Y todo repercutirá, finalmente, para nuestro beneficio y su gloria. La ira venidera, no está destinada para su pueblo, sino para un pueblo que, no solo rechaza a Dios, también lo maldice.
Nos encontramos en medio de una guerra espiritual de proporciones cósmicas en la que, parece ser que, las fuerzas del mal son más “visibles” que los ejércitos de Dios. Pero, tan reales son unos como los otros. Debemos orar, y levantar manos limpias de santidad para que Dios abra nuestros ojos y nos muestre todas las fuerzas espirituales que nos apoyan.
No caigamos, pues, en la desesperación, Dios hará cosas grandes aún de aparentes derrotas. Además, el sufrimiento no es vano, por él recibiremos nuestros galones en el Cielo. Durante la persecución, tampoco caigamos en el resentimiento, la venganza o el odio. Debemos perdonar porque hoy Dios hace salir el sol, y hace llover sobre justos e injustos, pero mañana este mismo Dios juzgará a todos.
Podemos recordar, juntamente con el apóstol Juan, las palabras de Jesús: “El perfecto amor echa fuera el temor”. Aunque miles estén en contra nuestro, no temeremos porque el perfecto amor está con nosotros.
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? Romanos 8:31