20. Dios ha preparado un día para sí mismo en el que vamos a poder dar rienda suelta a nuestro gozo. Habrá un día en que el pueblo de Dios será vindicado, vamos a poder gritar porque por fin el Reino de Dios vendrá y los reinos de este mundo serán conmovidos. Será día terrible de justicia. Todo este mundo tan injusto se derrumbará al sonar de las trompetas, y cada uno recibirá su merecido.
Nuestro último enemigo, la muerte, será derrotado. La Resurrección es nuestra esperanza por excelencia. La sangre derramada allí en la cruz dará su fruto a su debido tiempo. Los que hemos sido redimidos por su sangre hemos muerto con Jesús en la cruz, pero también hemos resucitado con Él, y juzgaremos con Él porque también hemos sufrido con y por Él.
Una vez más el poder de la fe se pone de manifiesto. La fe del creyente es mucho más preciosa que el oro, porque por ella vencemos al mundo.
Nos encontramos en el momento en el que el Pueblo de Israel es vindicado por Dios por su fe y obediencia. Al mismo tiempo nos encontramos ante el apogeo de la celebración por la fidelidad de Dios. Son gritos de alegría que dan a conocer que su trabajo no ha sido en vano.
El día de la expiación, el pueblo de Israel hacía sonar sus trompetas por toda la tierra (Lev 25:9). Debemos llevar el Evangelio allí donde estemos. Es el calzado que nos sostiene y nos mueve. Y todo el mundo debe oír el sonido de la trompeta que proclama nuestra salvación.
En el Espíritu Santo somos revestidos de Cristo Jesús, solo entonces las proezas y las grandes obras nos siguen. Solo cuando suenan las trompetas del Cielo, la Palabra de Dios suena con todo poder. Necesitamos estudiar y leer más las Escrituras, pero también necesitamos sabiduría y poder de lo alto para que nuestra “espada” no “arañe” sino “corte” y llegue a lo más profundo de nuestras entrañas. No luchamos contra “sangre y carne” sino contra fortalezas espirituales, contra huestes invisibles de maldad. Sin el poder de Dios somos los seres más vulnerables de la Tierra. Solo en el poder de Cristo podemos rebatir todo argumento que se levanta contra el conocimiento de Dios.
El Señor Jesucristo viene, y viene con gran poder y gloria a juzgar la Tierra. Nuestras vidas deberían ser la señal que necesita ver este maltrecho mundo. En nosotros debería verse la cruz que se alzó en el monte Calvario. Porque las trompetas de su juicio no tardarán en sonar. Viene el día en que los pobres y los desamparados acudirán a Jerusalén a adorar al Rey de Reyes y Señor de Señores. Ese día reinará la Paz y la Justicia como nunca antes ha acontecido. Habrá un día en que el hambre y las enfermedades terminarán. Habrá un día en que la Tierra ya no será un lugar de tránsito, sino un lugar donde habitar. Pero antes es necesario que haya juicio, y día terrible es el día del Señor.
Por la fé cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días. Hebreos 11:30