Josué 6:19

19. ¿De qué es digno nuestro Señor? Los que servimos en su obra ¿qué parte del fruto la rendimos al Señor de la mies, y qué parte nos la quedamos nosotros? ¿Quién decide lo que es Santo, Dios o nosotros? ¿Atesoramos en la Tierra o en el Reino de los Cielos? ¿Es nuestra obra hojarasca que arde enseguida, o es material que puede ser probado y perfeccionado por el fuego?

Después de la toma de cualquier ciudad, ciertamente el ejército vencedor despojaría la ciudad derrotada de todo metal noble. Y el Rey vencedor se lo quedaría casi todo. Así que en nuestra peculiar batalla también será así ¿Pero quién es el Rey conquistador aquí? ¿Josué? No. Para el Pueblo de Dios el Rey vencedor es el Señor mismo. Por ello debía quedarse con toda la plata y el oro.

No solo el oro y la plata deben ser apartados para Dios, siendo nosotros mismos administradores de las riquezas divinas, Dios también nos ha santificado a nosotros, nos ha apartado como utensilios de gran valor dispuestos a ser usados en sus manos, o dicho de otro modo, prestos a servir a los demás.

Y Salomón trajo las cosas consagradas por su padre David, es decir, la plata, el oro y los utensilios, y los puso en los tesoros de la casa del SEÑOR. (1Re 7:51)

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