16. Cuando el Señor dirige las cosas de principio a fin, las cosas solo pueden salir bien. Los objetivos de Dios no se cumplen solamente en el capítulo final de la historia, sino en cada uno de los capítulos. Es nuestra responsabilidad como portavoces de Dios el estar prestos a proclamar la Palabra que Dios en todo tiempo y en todo lugar. La Palabra de Dios actúa guiada por el Espíritu Santo pidiendo siempre una respuesta, a tiempo, y harmónica con Su voluntad. A Dios le ha placido darnos el Reino de los Cielos, así que debemos seguir el mandato divino y tomarlo. Porque la fe no muere en la batalla, muere cuando no acude a la voz de Dios.
Deberíamos preguntarnos si nuestra tranquilidad y conformismo en este mundo no son fruto de cierta complicidad con él. No nos dejemos engañar, este mundo no quiere saber nada de nosotros, es más, nos aborrecerá cuando pongamos de manifiesto sus obras. Si fuéramos más conscientes del peligro que nos rodea clamaríamos más a Dios por la venida de su Reino.
Es en la oración donde evidenciamos nuestra fe. Si no oramos, la obra del Señor no se sostiene, porque deja de ser “suya”. Dios, entonces, no levanta ni dones ni hombres que hagan sonar las trompetas tan fuertemente que se escuchen en el Cielo. Es la adoración a Dios el arma más poderosa que tenemos contra el enemigo. No la puede soportar. Pero cuidado, la verdadera alabanza y la verdadera adoración solo pueden empezar con la humillación que requiere toda obediencia a Su Palabra.
Y cuando comenzaron a entonar cánticos y alabanzas, el SEÑOR puso emboscadas contra los hijos de Amón, de Moab y del monte Seir, que habían venido contra Judá, y fueron derrotados. (2Cr 20:22)